Imaginemos una zona de bosques, montañas y bellos amaneceres. Con estaciones tan cambiantes que embellecen el paisaje en cada momento. Una ciudad, emplazada en la Cordillera de los Andes, en el sudoeste de la provincia de Neuquén, sobre la costa este del Lago Lácar.
Ese lugar es San Martín de los Andes, donde funciona el Taller Escuela Luthería Patagonia, de la mano del músico y luthier Juan Ignacio Kovadloff. “La naturaleza se impone en cada paisaje. La ciudad, que hasta hace poco era pueblo, todavía conserva los vestigios de su historia maderera. Las casas más viejas, suelen tener aberturas de raulí o alerce, madera que con el lento estacionamiento se convirtió en un material liviano, vibrante y fuerte a la vez” nos cuenta románticamente.
Su primer acercamiento a la luthería fue a la edad de diecisiete años, con la intención de construir su propia guitarra, la cual creó bajo la tutela del luthier Gustavo Cicero. Con ella y su amplificador realizado artesanalmente, tomó la decisión de viajar al sur.
“Para el 2003 la empresa de deportes donde trabajaba en Buenos Aires cerró y me pareció una buena oportunidad para aprovechar”. Fue así que a los 21 años se aventuró a probar suerte.
“Aquella guitarra fue mi compañera de viaje, y aunque hoy ya no está conmigo, fue la que me permitió abrir mi primer taller en el sur. Creo que es el mejor regalo que me pudo dejar” relata con nostalgia.
Nos comenta que a su vez estuvo trabajando en un espacio municipal, donde le gustó mucho hacer escuela. “Es algo que viene de familia. Creo que enseñar es un proceso enriquecedor en todo sentido. Me gusta dar clases de lutheria y también de guitarra. Disfruto lo que hago y trato de hacerlo cada vez un poco mejor”.
“Esa experiencia fue la que me llevó a abrir las puertas del Taller Escuela, donde ya llevamos cuatro años dedicados a este proyecto que cumple diferentes funciones. Los alumnos concurren con el fin de construir su propio instrumento. También proveemos materiales para la fabricación de los mismos. Realizamos reparación y calibrado. Y elaboramos instrumentos artesanalmente para la venta. Hasta ahora nos dedicamos a instrumentos de cuerda pulsada”.
Otra de las actividades que han realizado son los talleres itinerantes en diferentes lugares, como centros de día, escuelas o bibliotecas, con el fin de construir instrumentos más simples, como cajones peruanos o tambores de madera de diferentes tipos.
Su pasión por este oficio es tal, que “desde el Taller Escuela se otorgan becas gratuitas, para poder ofrecer el espacio como herramienta de contención social, motivadora de la persona que lo necesite y valore, generando también una fuente de trabajo. Es así como hoy día Diego Heltzel y Nahuel Antú Toledo forman parte del staff, junto a mi pareja, Chivi Perdomo, quien se ocupa de la parte contable y administrativa, y mi hijo Lautaro”.
“Acompañar a una persona en un proceso de aprendizaje es una tarea de autodescubrimiento. En esta relación se trata de establecer un acuerdo de paciencia y perseverancia, a veces necesitamos pensar “ahora empieza lo divertido” aunque haya que estar lijando una hora reloj” ríe entre dientes.
“Lo bello de este lugar es trabajar con lo que el paisaje te ofrece. Confeccionamos los instrumentos con maderas de la zona y alrededores. Alerce para las tapas armónicas, raulí para los mangos, Ciprés de la cordillera, radal o palo de siete colores, entre otros”.
Cuenta que también reciclan aquellas maderas que fueron utilizadas en la construcción de las viejas casas locales que hoy se demuelen. “Sus aberturas son de raulí, las tejuelas de alerce. Un material súper noble que no se puede desaprovechar”.
La luthería es un arte y muchos son los pasos para realizar una guitarra. Para ello se debe cultivar la calma y perfeccionarse en el uso de los materiales. “Nosotros hemos fabricado nuestras propias herramientas a partir de las diferentes necesidades, como la lijadora de espesor por ejemplo, que permite llevar el material a una capa muy fina, de 1 o 2 mm. A ella la construimos reciclando el metal de una cama para la estructura y un viejo motor de lavarropas”.
A Juan, debido a su íntima relación con la música, lo que más le gusta del proceso es tallar el mango de una guitarra. “Es la parte que más me divierte. Ya sabes que estás más cerca de probar como suena y eso me entusiasma” confiesa.
Agradecido de haber comenzado este viaje, y viéndose a sí mismo cuatro años atrás, entiende que la subida es larga. “No sé si llegaré a la cima o si ese lugar existe, solo intento disfrutar el camino y tratar de ser un poco más consiente cada día”.
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