Ella es Loli Mallea y está al frente de SUR DEL CRUZ. Un espacio de trabajo en el cual se encuentra desarrollando su emprendimiento formalmente desde el año 2016. “Me di cuenta que el espacio de trabajo que me hace feliz es el taller. Modelar en mi cabeza y construir con mis manos”. Así nos resume lo que para ella significa desarrollarse personalmente a través de los objetos.
Este espacio, ubicado en el Barrio porteño de Chacarita (ver mapa) es el lugar donde se proyectan los sueños y se hacen realidad. Loli está abocada al diseño de autor y a su materialización. Nos cuenta que lo que más le gusta es “la forma particular en la que vamos desarrollando un diseño, resolviendo dilemas y construyendo, desde una pieza de arquitectura, un mueble o un objeto”.
Estamos ante un caso literal de “hay equipo”. Recibida de arquitecta trabajó un par de años en un estudio tradicional de arquitectura, pero con el tiempo se dio cuenta “que formar parte de un equipo en un taller era otro gran sueño”.
Y fue así que de la mano de Agustín Terrizzano (diseñador industrial), Natalia Marino (arquitecta), Carolina Paredes y Nicolas Aruguete, (ambos carpinteros y montajistas), fueron formando su equipo de trabajo, que codo a codo y cada uno desde su perspectiva, se esfuerzan en construir la práctica de Sur del Cruz.
Con Agustín “después de tantos años juntxs cada uno puede anticiparse al pensamiento del otro y continuarlo. A veces pienso que tenemos un mismo trazo, que pienso una cosa, y que él puede hacerla igual a como la imaginé. Nati es muy buena en la parte proyectual, desde su experiencia de taller, y Caro y Nico cuentan con una capacidad ejecutiva impecable” cuenta con entusiasmo.
Así, y con buenas maderas a mano, nos comenta que el taller siempre está listo para producir. “Las diferentes escalas nos dan la posibilidad de saltar de un proyecto a otro, pero siempre buscando mejorar la capacidad productiva del taller, como si de a poco fuésemos creando nuestra forma de trabajar” afirma.
Muy contenta cuenta cómo evolucionó su forma de intervenir en los proyectos. Cómo pasó de estar alejada de la mano de obra, documentando y participando de la dirección, a ejecutar con sus propias manos una pieza. “En el 2009 conocí a unos arquitectos que construían sus propios muebles en su estudio-taller y para mí fue una revelación. En ese momento no encontré dónde aprender carpintería, y escribí a unas carpinterías en Brooklyn (EEUU) para trabajar en sus talleres. Ahí conocí la vida de taller, y empecé a usar las primeras máquinas” relata reviviendo esa época, en la cual también tuvo la experiencia de trabajar con el taller a77 en la realización de una obra de arquitectura en madera en el PS1 del Museo de Arte Moderno de Nueva York.
“Cuando volví, empecé a trabajar en La Feliz, y entendí sobre procesos productivos, sistemas y la industria de mi país. Después fui parte de una carpintería que era una cooperativa. Durante 4 años aprendí trabajando, sin una educación formal, pero con un día a día de taller más tradicional. Hasta que finalmente en 2016 abrí mi propio taller” cuenta orgullosa.
Se siente poderosa en la tranquilidad de su espacio. Nos cuenta que admira las formas, y procesos que puede ir encontrando en las personas que admira. Y es así, que inspirada en artistas como la escultora colombiana Doris Salcedo o el artista danés Olafur Eliasson declara sentir que puede hacer lo que sea.
Con el tiempo fue superando los obstáculos relacionados con la falta de conocimientos administrativos de un proyecto, o los conocimientos técnicos de la madera o la industria. “Digamos que tuve que aprenderlo sola o con mis socios de taller, que veníamos transitando eso juntxs”.
“Hoy me puedo construir la pieza que necesito de inmediato en el taller, y así fue que fabrique mi propio caballo de talla, a la medida y con lo que yo necesitaba en él. De forma muy sencilla, sin necesitar de carpintería avanzada para construirlo”. Así fue así que rápidamente le pedí información sobre el caballo y nos compartió los planos para que puedan hacerlo ustedes mismos (ver enlace web al finalizar la nota).
Afirma que siempre va preparada para conseguir lo que vaya a comprar “nunca tuve problemas. Sé lo que quiero y de lo que no estoy segura lo estudio antes de ir. Voy con planos, cantidades, detalles y aprendo los nombres. Creo que también es una cuestión de respeto por el tiempo de la otra persona”.
De esta forma se prepara para ir a donde sea, a la ferretería, la bulonera, o el corralón. “Por otro lado, jamás voy a grandes cadenas comerciales, salvo por algo de último momento un domingo a las 7 de la tarde, nos dice riendo. “Si queres aprender tenes que ir a la bulonera o la maderera. Sólo compro a los proveedores que entienden y saben lo que me venden”.
El mundo de la madera, afirma Loli y coincido con ella, es infinito. Por eso mismo y a partir de su experiencia recomienda “entender qué parte te llama. En ese sentido, es como la música” compara. “Te gusta tocar sólo, con una orquesta, te gusta interpretar partituras clásicas o te gusta improvisar jazz. Esto va a determinar el día a día y qué escala de negocio/proyecto vas a llevar a cabo. A mí la madera me llama por un montón de cosas, pero sobre todo por cómo es mi día a día. Me interesa mucho entender la industria, conocer proveedores, pensar un proyecto, planificar su producción, y que se construyan en el taller. Lo importante es proyectar una idea y poder “hacer de la excelencia un hábito”.
Planos Caballo de Talla: https://surdelcruz.com/producciones/shavehorse
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